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La última Encuesta de Población Activa realizada por el INE señala que en nuestro país había casi 4.700.000 personas viviendo solas en 2018, de las cuales dos millones tenían 65 o más años. Una parte importante de la sociedad que, normalmente, desea permanecer en su propia vivienda.
Cada vez surgen más alternativas al modelo tradicional de vivienda, como es el senior cohousing, una comunidad autogestionada por un grupo de personas mayores y que está formada por pequeñas viviendas independientes y zonas comunes (comedor, huerto…). No sólo comparten, sino que también se ayudan y participan de las distintas actividades. Sin embargo, se trata de una opción que, aunque promueve la autonomía personal en un ambiente participativo y social, todavía no está muy arraigada en nuestra sociedad.
Es por ello que, en estos momentos, debemos priorizar la convivencia en el espacio natural de los mayores, que sigue siendo su vivienda, normalmente integrada en una comunidad de propietarios. Y es aquí donde todavía queda mucho por hacer, tanto desde el punto de vista institucional como de cambio de mentalidad. Los administradores de fincas somos conscientes de la soledad en la que viven muchos mayores. Y por ello han nacido iniciativas como la del Ayuntamiento de Madrid que busca detectar y paliar, ya sea a nivel de comunidad de propietarios o de barrio, la soledad no deseada. Y no solo de personas mayores. En este proyecto el acompañamiento individual es clave, mediante la incorporación a actividades del barrio, facilitando el encuentro con otros vecinos o a través de la participación en la red de apoyo mutuo. En este sentido, recuperar la relación entre vecinos y la convivencia que existía antiguamente en los edificios se antoja muy relevante.